
“El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, aunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe válido es el héroe ´en grupo´, nunca el héroe individual, el héroe solo”
Héctor Oesterheld – Prólogo de “El Eternauta”
Crecí leyendo historietas de todo tipo y tenor, de la época en que las revistas eran fundamentales en los hogares. Mientras mi viejo hojeaba el diario, mamá leía Vosotras y los pibes andábamos con las Patoruzú, El Tony, Batman de editorial Novaro, los libritos de Mafalda. Todo un mundo ilustrado que nos contaba aventuras, amores, guerras, pensamientos dichos en globitos, onomatopeyas varias.
No tuve la suerte de conocer “Hora Cero”, la gran producción editorial de Héctor Oesterheld, que el 4 de septiembre de 1957 lanzó “El Eternauta”, una historia de porteños anónimos que se enfrentaban a brutales invasores.
Aquella creación de la dupla Oesterheld-Solano López la conocí en su versión “a todo color” de 1981, editada en fascículos semanales.
Fue un shock de emociones, mezclada con la épica de los protagonistas, y el misterio de los invasores. Pero lo que más me impresionó, fue la identificación con los personajes: mis amigos y yo, tranquilamente, podríamos haber estado jugando a las cartas, durante aquella noche en que cayó la primer nevada fatal. Cualquiera de nosotros podría ser Favalli, Spolski, Salvo; nuestras parejas o novias, encajaban perfectamente en el ideal de Elena.
Si encima podías divisar en los cuadritos una esquina barrial ¡sí, como la esquina de tu casa!, o lugares muy transitados por los porteños, como Plaza Italia (entonces, una terminal de bondis),el Obelisco, el Congreso o la cancha de River… Y si a eso le sumás la dinámica en el relato. Listo. La historia te atrapa por completo.
Compré diversas versiones de “El Eternauta”, indagué sobre la vida y la desaparición de Héctor Oesterheld y varios integrantes de su familia, fui a muestras, ví documentales, conocí la historia de su viuda. No sólo me enamoré perdidamente de esta gran creación, sino de su creador, que además era un editor y un idealista comprometido con sus ideas, con todo lo que eso implica.
Enterarme que pronto se estrena en Netflix una versión de la historia protagonizada por Juan Salvo, ha generado gran ansiedad. En mí, y en miles de fans de todo el mundo.
Siempre creí que era una cuestión difícil de llevar a la pantalla, por el gran montaje que habría que hacer, por inventar los “bichos” extraterrestres -cascarudos, gurbos, manos-; y esto lo reconoce el director Bruno Stagnaro: “El otro día encontré una nota que me hicieron por ‘Okupas’ en el año 2000 y es muy loco porque en ese momento hablaba de ‘El Eternauta’ como una posibilidad completamente lejana e improbable en mi vida, pero sí lo definía como algo que había tenido una influencia enorme en lo que me interesaba de filmar”.
Ricardo Darín, el actor que interpreta a Juan Salvo declaró que éste le parece “valiente. Un hombre común envuelto en una situación extraordinaria”.
La filmación que se extendió durante 148 jornadas entre junio de 2023 y marzo de 2025, con un equipo fijo de 150 personas que en algunos momentos llegó a 250, mientras que el elenco y los extras alcanzaron a 2.900 personas.
Rodada en más de 50 locaciones reales y 30 escenarios creados con la tecnología Virtual Production (misma que se usó, por ejemplo, para la serie “The Mandalorian” del universo “Star Wars” y muchas otras), “El Eternauta” demandó la utilización de 16 cámaras entre las principales, las de segunda unidad, los drones, las de VFX y las de tomas de riesgo; y de hasta 35 vehículos en una sola escena. Para “crear” la nieve tóxica se utilizaron 410 toneladas de sal, cuatro toneladas de celulosa y 600 kilogramos de eco-snow.
Por supuesto, no faltarán los puristas que se quejen porque la historia que se cuenta “no es tal cual” que la original; yo pienso que eso es lo de menos. Viene bien reinventar las historias, conocer otras miradas alrededor de la original.
La primer temporada constará de seis episodios, y estará disponible desde el próximo 30 de abril.
Claudio Serrentino