Silvina Garré se presentó en la Usina del Arte, y le regaló al público un puñado de su hermoso cancionero.
La sigo desde la Trova rosarina. Sus discos son siempre muy esperados y luego, muy disfrutados.
Volví a verla después de muchos años: la última vez fue en los ’90 (en la desaparecida Casona del Conde de Palermo). Recuerdo que se había cortado la luz, pero la gran Silvina no se inmutó: ordenó prender velas, se acercó al piano acústico, y siguió cantando a capella. ¡Inolvidable!
En 2022 pude volver a verla, gracias a que la sigo por Facebook. Ella difundió que se presentaría gratis en la Usina del Arte, y también, cuando se podían sacar las entradas.
Una noche de insomnio agarré el celu a las 4 de la mañana, y gracias a eso, pude ver que en las redes, Silvina avisó que estaban disponibles las entradas gratuitas. ¡Y conseguí! (no me enteré por ninguno de los canales de difusión del GCABA, que conste en actas).
En la Usina del Arte la pude ver, y por su look, cualquier distraído la confundiría con una pariente lejana de Rick Wakeman, o Madonna.
Pero a no dejarse confundir por las apariencias, porque Silvina es hija de Violeta Parra y Eladia Blázquez, hermana de Liliana Herrero y Teresa Parodi; sus sobrinas son Sofía Viola y Marilina Bertoldi (sin ofender a nadie… esa es mi genealogía imaginaria de la Garré).
El Viernes 17 de Junio, la Usina estaba repleta de gente ansiosa por verla y escucharla. Y apareció ella, hermosa, de buen humor, de negro, con esa cabellera larga y brillante.
Hizo mención al reencuentro reciente “con esos viejos” de la Trova, y arrancó como siempre: su voz cristalina, impecable, dulzona, que acaricia oídos y almas.
Sus canciones recorren emociones, pensamientos, siempre con profundidad, inteligencia. Hizo un breve pero contundente recorrido por canciones de ella “que quiero mucho”, y también de otros autores, como Luis Alberto Spinetta. No pude evitar que se piante un lagrimón con su hermosa versión de “Los libros de la buena memoria”.
Por supuesto, estuvieron “La canción del pinar”, “Diablo y alcohol”, “En blanco y negro”, “Reinas de pueblo grande”. Pero faltaron muchas más: la cantautora debió explicar que los recitales en la Usina “tienen un horario determinado, por mí me quedaría hasta las 4 de la mañana”. Una pena.
El público, devocional, le dedicó muchas frases: “No te mueras nunca!”, gritó uno. “Lamento decepcionarte, pero no va a ser así”, respondió Silvina, motivando risas generales.
Salí de la Usina satisfecho, disfrutando de ese regalo al alma que son sus canciones. Y gratamente sorprendido, al comprobar una vez más, que la Divina Silvina cada día canta mejor.
Claudio Serrentino
Foto: La Bocina