De los hermanos médicos que curaban sin cobrar, torturados por el emperador Diocleciano, a los italianos que venían a Floresta a venerarlos.
La historia de los mártires cristianos duele de sólo leerla: en el caso de Cosme y Damián, habían nacido en Arabia, eran hermanos gemelos y médicos, que curaban a la gente sin cobrar.
Cuenta la historia oral que Cosme y Damián fueron encarcelados y torturados por Lisias, el gobernador de Cilicia conbeneplácito del emperador Diocleciano, sobre el año 300 d.C.
Sobrevivieron a todos los martirios por intervención divina, hasta que sus verdugos decidieron separar las cabezas de sus troncos por medio de una espada, decapitándolos.
Posteriormente quedaron sepultados en Cirrhus (Ciro), Siria, ciudad esta que llegó a ser el centro principal de su culto, donde se erigió asimismo una basílica en su honor.
Dicen que junto a la tumba de los dos hermanos gemelos, empezaron a obrarse milagrosas curaciones. Y hasta el emperador Justiniano de Constantinopla, que padecía una grave enfermedad, se encomendó a estos dos santos mártires y fue curado inexplicablemente.
Se sabe que la fe no tiene fronteras. Por eso, a principios del siglo XX, los Santos Cosme y Damián cruzaron el Atlántico, junto a los inmigrantes italianos que venían a forjarse un futuro a estas tierras.
Así, un grupo de ellos llegó a Floresta, y propuso honrar a los santos protectores de los Cirujanos, Farmacéuticos, Médicos, Peluqueros, Dentistas y trabajadores de los balnearios.
Según el Padre Julio Mendiguren, párroco de “Nuestra Señora de la Candelaria” de Floresta (parroquia cuyos patronos secundarios son San Cosme y San Damián) diversos pueblos de Italia y España tienen como santos protectores a los gemelos torturados.
Durante mi niñez, mis padres me llevaban a la celebración de San Cosme y San Damián. Así, pude ver a los contingentes de visitantes, italianos y descendientes de “tanos”, que venían de otros barrios, y quizás, de otras ciudades, en viejos micros.
Llegaban a Floresta, y por un día, se apoderaban de la Plaza Velez Sarsfield y su entorno. Participaban de la liturgia religiosa, y también, de los momentos de esparcimiento. Comían en el viejo restaurant que ya fue demolido (su último nombre fue “El arbolito”), de Avellaneda y Bahía Blanca.
A eso de las tres de la tarde, se realizaba la procesión, y emocionaba ver cómo los “tanos” se persignaban ante el paso de los santos. Muchos de ellos depositaban billetes de la fragata (¿pesos ley? ¿pesos moneda nacional?) cuando las imágenes pasaban frente a ellos.
Después de la liturgia, venía el bailongo. Tarantelas y otros ritmos italianísimos llenaban de música la tarde, en la Plaza Velez Sarsfield. El patio donde casi todos los fines de semanas me “colaba” para jugar a la pelota, se había convertido en una kermesse y había expendio de bebidas y choripanes.
A la nochecita, gigantescas serpientes y cohetes poblaban la noche florestense de fuegos artificiales. Lentamente, después de las explosiones, los vecinos volvíamos a casa, y los “tanos” se subían a los micros, cansados de tanto ajetreo.
A 95 años de la llegada de las imágenes de San Cosme y San Damián a la parroquia del barrio, todos los años se desarrolla una celebración que, aunque es una tradición, nunca deja de tener su toque distinto.
Por Claudio Serrentino
Foto: La Bocina