“Argentina debate” fue una experiencia agradable para los que apreciamos la política como forma de mejorar nuestra sociedad: no es común ver a los candidatos presentar propuestas en un mismo ámbito, sin gritos, respetando a los otros.
El periodista Luis Novaresio lo repitió hasta el cansancio, antes, durante y después: “es una lástima que no venga Daniel Scioli”. Y tiene razón. Fue una buena experiencia: los candidatos mostraron sus ideas y también, sus debilidades. Sus dotes como oradores e incluso, como reporteros de los otros candidatos.
Bien organizado, con bloques cortos de discurso, que se intercalaban con preguntas entre los candidatos, todo -discurso, preguntas, respuestas- perfectamente cronometrado, el debate no aburrió, no “desgastó” a los televidentes con largas peroratas y tampoco, con discusiones estériles entre ellos.
Lejos, definitivamente lejos del barro político-partidario en el que se sumergen los invitados y panelistas de “Intratables” –cambalache televisivo donde todo se pierde, nada se rescata-, la primera versión de “Argentina Debate” otorgó importancia, sobre todo, a difundir con claridad los diversos mensajes: en un marco sobrio, en un ámbito educativo -la Facultad de Derecho de la UBA– la exposición de cada uno de los candidatos, sin interrupciones ni “chicanas” ajenas fue, por fin, el momento en el que los ciudadanos puedan prestar atención a las propuestas. Las ideas de los candidatos. directamente a los ciudadanos. Sin asesores de imagen, sin aplaudidores, sin banderas, sin escenografía, sin jingles.
Bienvenida sea esta nueva forma de proponer. Claro, cada uno dejó ver su fortaleza y sus puntos débiles.
Sergio Massa insistió en que lo respalda un equipo, “el que generó los mejores años de la economía argentina de los últimos 30 años”. No dudó en enrostrarle a Macri “los negociados de su familia con el gobierno nacional”, ni en calificar de “mentiroso” a Del Caño. Pero cuando respondía preguntas de los otros candidatos, no miraba a quien le había hecho la pregunta.
Margarita Stolbizer mostró seguridad, solidez y diagnósticos precisos. Metió en problemas a Rodríguez Saá cuando le preguntó por cómo se encaraba la violencia de género en su provincia. Pero trastabilló en otra pregunta que le hizo a Macri.
Mauricio Macri se esforzó por mostrar que no es un ogro neoliberal, como lo pintan: habló de seguir con la asignación universal por hijo y de dar un millón de créditos hipotecarios. Sin profundizar, mencionó los logros de su gobierno en Educación y Salud. Resaltó que su gobierno “fue el que más viviendas construyó en la Ciudad”, pero lo cierto es que al lado de las necesidades de los porteños sin techo, la suma es ínfima.
Alberto Rodríguez Saá se floreó con el mito de la provincia “Disneylandia” donde “todos tienen trabajo y casa”. Resaltó la necesidad de recuperar las economías regionales. El cruce entre él y Del Caño fue curioso, dos personas que están a años luz una de otra, de repente, se preguntaban y respondían.
Nicolás del Caño mostró todo el arsenal panfletario del FIT… y nada más. “Lucha con los trabajadores”, “Al lado de los trabajadores”… y punto. Macri le preguntó qué modelo de educación del mundo encajaba más con su propuesta, y dijo sin dudar: “Cuba”. La izquierda, alguna vez, deberá de dejar lo contestatario para abordar una propuesta de cambio integral (si eso es lo que pretende) y saber comunicarla a la sociedad.
El debate marcó tendencia en las redes sociales y tuvo un alto rating. Seguramente, eso habrá incidido en la rabieta matinal del Jefe de Gabinete, que lo -des- calificó como “paurérrimo”, y fue más allá: para Aníbal Fernández fue “un show vacío de propuestas, cero rating y sin ninguna participación de la sociedad porque no les cree nadie”.
Agregó que Daniel Scioli “hizo bien en no estar ahí”.
Lo cierto es que, si Scioli hubiera ido al debate, tenía alguna chance de manotear votos del amplio espectro que, según las encuestas, no lo prefiere (60%-65% del electorado). Por el contrario… ¿la no concurrencia a “Argentina Debate” le garantizó no levantar el techo?
Especulaciones que recién se sabrán en la madrugada del próximo Lunes 26 de Octubre. Y desde el 10 de Diciembre se empezará a saber si hablaron con la verdad, o fue todo un “piripipí” para la tribuna. Esa es la verdadera línea divisoria entre los discursos y la realidad.
Claudio Serrentino
Foto: Infobae