Segundo aniversario de la tragedia de Once, en Plaza de Mayo; mezcla de sensaciones: emoción, bronca y el reclamo por Justicia. Floresta presente, y una parte de la sociedad que gusta esconder la roña debajo de la alfombra, y suele olvidarse de lo prioritario. Familiares y sobrevivientes no se resignan y siguen luchando, mientras se acerca la fecha de comienzo del juicio oral.
Junto a mi mujer, partimos de Versailles a Plaza de Mayo, con la secreta esperanza de no poder llegar por la cantidad de gente… Éramos bastantes, pero no suficientes.
Había gente, pero no la masa incontenible, esa que hace temblar las paredes de la Rosada (en esta ocasión, a oscuras) con sus reclamos.
Sobre el escenario, un estudio de la radio Freeway transmitía en directo; y una de las reporteadas fue Silvia Irigaray, mamá de Maxi, uno de los tres pibes asesinados en la Masacre de Floresta.
Silvia interpretó el sentir de todos, cuando confesó: “esperaba encontrarme con mucha más gente”. Dijo que los familiares de las víctimas y los sobrevivientes, “necesitan nuestro abrazo, nuestro cariño, porque es sanador y consuela”.
En el camino a la Plaza, la mamá de Maxi se cruzó con un grupo de gente. Creyó que iban a la Plaza: pero no… ¡Estaban reclamando que Sabella convoque a Tévez a la Selección! Más allá de este caso puntual: es peligroso que una parte de la sociedad no sepa definir cuáles son sus prioridades, y oculte todo lo “sucio” (muerte, corrupción) abajo de la alfombra.
Mientras seguía la transmisión radial, y un dúo cantaba en vivo una canción sobre lo ocurrido aquel fatal día, siento aplausos a mis espaldas: entraba una de las columnas de los familiares.
[pullquote]Nombres y apodos que pueden ser los de cualquiera: Tati, Sandra, Miguel, Lucas, Natalia… La lista es larga y dolorosa: dijimos “presente” ante cada nombre, intentando tapar con nuestro grito, su cruel, injusta, ausencia.[/pullquote]
¡Qué angustia había en esas caras! ¡Qué dolor en esas pancartas! Gente de todos los días, vecinos, familiares, amigos, compañeros de trabajo, que es muy probable que ni se saluden, ni se miren a los ojos, que van apurados, preocupados en sus asuntos y por eso no prestan atención a los que los rodean, pero que comparten un tren…
El mismo tren. El de la desidia, la corrupción. La muerte.
Nombres y apodos que también, pueden ser los de cualquiera: Tati, Sandra, Miguel, Lucas, Natalia… La lista es larga y dolorosa: dijimos “presente” ante cada nombre, intentando tapar con nuestro grito, su cruel, injusta, ausencia.
Fue shockeante verlos y palpar la angustia entre los cientos que pasaban a mi lado: jóvenes, grandes, chicos… Muchos cargaban sus pancartas con lágrimas en los ojos. Otros, con bronca. Los más extrovertidos cantaban contra los responsables.
Fue en ese instante que la Plaza de Mayo se convirtió en la Plaza del Dolor. Los que subieron al escenario lo iban confirmando, uno a uno, cargando su mochila de lágrimas, pelea, y la penosa ausencia de los que se fueron.
Ahí estaban los desaparecidos, los padres y madres de Cromañón, de la disco Kheivy’s y de los Pibes de Floresta, los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA…
Dolor, dolor que nos atraviesa desde todos los flancos y todas las épocas.
Dolor que, en muchos casos, se pudo haber evitado, si desde el Estado/los Estados, se hacían bien las cosas.
Nora Cortiñas acarició a los familiares con sus anécdotas y su dulzura, el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, al verse rodeado por tanto dolor, resumió “estamos marcados por la tragedia”
Ellos, los familiares y los sobrevivientes, lo expresaron, lo sacaron afuera:
“Desde hace dos años estamos tratando de aprender algo imposible: convivir con esta tristeza. No podemos, ni podremos vivir con ella.
Aprendimos a cuidarnos de quienes han tratado y tratan de lastimarnos y de ensuciar la memoria de nuestros muertos.
Son los que se embanderan en un partidismo que pierde el sentido cuando es puesto delante del dolor ajeno. Son los que no entienden que este no es un acto ni contra el gobierno ni contra nadie.
Este es un acto organizado por familias como la de todos, para gritar su verdad, para exigir justicia y para intentar que nadie vuelva a atravesar lo mismo que nosotros.
La tragedia del 22 de febrero nos obligó a elegir entre varios caminos. Pudimos haber elegido el de generar lástima, el de no luchar y quedarnos sólo mostrando el dolor. No lo hicimos.
Seguimos manteniendo vivos a cada uno de los 52 en nosotros y en el pedido de todos los que nos acompañan. Vivos en nuestro reclamo, vivos en esta lucha desigual pero digna, vivos, al fin y al cabo, en cada uno de quienes creen que un país sano y justo es aquel en el que quienes causan muertes terminan presos y quienes luchamos por la vida estamos juntos, aún con el corazón destrozado pero con la voluntad, la confianza y la fuerza intactas”.
El próximo 18 de Marzo, comenzará el juicio oral por la tragedia de Once. De la Justicia se espera: celeridad para investigar, imparcialidad para juzgar, y severidad a la hora de dictar sentencia.
Menos, no se le puede pedir: en aquel tren, viajábamos 40 millones de argentinos.
Por Claudio Serrentino
Foto: La Bocina