CÁTULO CASTILLO. Letra y música de Buenos Aires

Ovidio Cátulo González Castillo nació el 6 de agosto de 1906 y fue una figura emblemática de la Ciudad. Prolífico y multifacético, fue uno de los intelectuales más creativos y genuinos, de origen popular, en la historia de Buenos Aires.

Su padre fue autor teatral de sainetes (“Entre bueyes no hay cornadas”, “Los dientes del perro”) y compositor (“Griseta”, con Delfino).

Autor precoz, a los 10 años, del tango “Canyengue”, que interpretó la orquesta de Francisco Canaro. Como músico compone “Organito de la tarde”, “Silbando”, “Viejo Ciego”, “Corazón de papel”,”Aquella cantina de la ribera” y otros tangos y canciones.

Desde mediados de la década de 1930, Cátulo comienza a priorizar la escritura. Se destacan entre sus muchas composiciones, indisolubles de la identidad porteña y argentina, por la alta calidad poética y fama, “Tinta roja”, “El último café”, el vals “Caserón de tejas”, y “La última curda”. Además, “El aguacero”, “Acuarelita de arrabal”, “El circo se va”, “Corazón de papel”, “Aquella cantina de la ribera”, “Caminito del taller”, “a Homero”, “El patio de la morocha”, “Café de los Angelitos”, entre sus muchísimas obras.

En 1945 da a conocer otra obra cumbre, “María”, con música de Aníbal Troilo, quién la interpreta con su orquesta y la voz de Fiorentino.

Ligado toda su vida a los más grandes del tango y las letras, desde Gardel a Aníbal Troilo, comparte trabajos también con Pugliese, Razzano, Aieta, Barbato, Stamponi, Maderna Pontier, Maffia, Mores, Piana, Firpo, entre muchos autores.

Identificado con el barrio que lo vio nacer, integró la “Ecuela de Boedo” con hombres de la talla de Homero Manzi, Piana y Maffia.

Como docente, obrtuvo por concurso una de las cátedras del Conservatoro Musical Manuel de Falla, Institución de la cual fue Secretario y Director.

Desarrolló intensa actividad como dirigente gremial, llegando a presidir SADAIC. Siendo joven deportista, se destacó en el boxeo, culminando con la conquista del torneo argentino y preseleccionado entre los “plumas” para las olimpíadas de Amsterdam de 1924. Trabajó en periódicos como El Líder, El Nacional y Ultima Hora, y presidió la Comisión Nacional de Cultura.

En cine, hizo canciones para las películas “Arrabalera” (1950) y “Vivir un instante” (1951). También un incursionó en teatro, escribiendo un sainete.

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