Cuando lo escuché por primera vez, tenía 15 años. Ese hecho moldeó mi personalidad, marcó prioridades, definiciones. Es que en esas letras y melodías había amor, solidaridad, poesía, inquietudes, miedos, locura, cariño, deseo, profundidad: ganas de cambiar el mundo para mejor.
A través de sus canciones, el Flaco sembraba un enorme respeto por la vida. Y lo hacía con su estilo original: música y letras que además, abrían un gran ventanal a la imaginación.
Obvio que no le fue fácil, ni a él ni a los pioneros del rock nacional, hoy reconocido y convertido en mega negocio de multitudes.
Cuando Luis y sus compañeros de Almendra se iniciaban, los conciertos eran en días y horarios insólitos para la juventud (de entonces, y de todas las épocas): por ejemplo, un Domingo a las 10 de la mañana.
Pero el público les hacía el aguante. Aquel nacimiento intempestivo del rock local fue parido por distintos fenómenos culturales y sociales que atraían a la juventud, como la popularidad global de The Beatles, el hippismo y el Mayo del ‘68 a nivel internacional, y el boom del nuevo cancionero del folklore, Astor Piazzolla y la movida del Instituto Di Tella a nivel local.
Los jóvenes querían decir lo que pensaban a su manera. Y así, desde Los Beatniks para acá (grupo integrado por Moris y Pajarito Zaguri, que el 2 de Junio de 1966 graba su simple “Rebelde”) la movida de aquellos pioneros no se detendría nunca.
Los Gatos hacían canciones pegadizas y atractivas, que abordaban la problemática juvenil. “La balsa” fue el primer golazo del nuevo ritmo musical. Manal y Moris pintaban un fresco de la cotidianeidad porteña, como hacían los tangueros, pero adaptados a la gran ciudad y con ritmo de blues y rock. Pedro y Pablo se ocupaban de la “línea política”. Los Abuelos de la Nada aportaron poesía y delirio. Almendra se destacaba por su estilo fresco, singular, con una lírica simple y elevada al mismo tiempo.
El Flaco ya mostraba su talento polifacético desde el primer disco de Almendra, a través de ese personaje con la sopapa en la cabeza, dibujado por él. Cuando fueron a la RCA a grabar el disco, gracias a la recomendación de Ricardo Kleiman, Spinetta dijo: “éste es el dibujo que va en la tapa”. Los de la compañía le dijeron que no, que iba a ir una foto de ellos, como se acostumbraba en los discos de las bandas “beat”, de moda en aquellos tiempos. Hicieron un bollito con el dibujo del Flaco, lo tiraron a la basura y los citaron al día siguiente para sacarse las fotos. Spinetta volvió con el dibujo rehecho, y les dijo: “ésta es la tapa. Si no va… no hay disco”.
Los Almendra ya habían tragado sapos para ingresar al estudio de grabación. Spinetta les había tenido que componer canciones al dúo Bárbara y Dick, y debieron aceptar sin refunfuñar que Leonardo Favio grabara “El tema de Pototo” cambiándole el nombre y suprimiendo parte de la letra.
Editaron dos simples en 1968, pero la trascendencia llegó con uno de los discos más hermosos de todos los tiempos (sí, el del personaje con la sopapa en la cabeza) llamado simplemente “Almendra”, que salió a la venta el 15 de Enero de 1970.
Desde entonces, Spinetta creó sus propios universos, con bellísimos paisajes; y también, monstruos.
Almendra formó parte, fugazmente, de “La Pesada del Rock & Roll”. Quizás, esa cercanía lo haya llevado al Flaco a fundar Pescado Rabioso (integrado por Black Amaya, David Lebon, Carlos Cutaia).
La lírica se volvía áspera; la música, dura. Si la tierna “Muchacha ojos de papel” celebraba el amor de Luis Alberto con Cristina (“sueña un sueño despacito entre mis manos hasta que por la ventana suba el sol”)…
El “Blues de Cris” le daba una despedida amarga a esa relación (“atado a mi destino… sus ojos, al final, olvidaré”).
Otra de las obras emblemáticas de Spinetta se editó con el nombre de Pescado Rabioso, aunque la banda ya se había separado. Y no fue cualquier disco, fue “Artaud”. Otra obra maravillosa, otra joya del rock local, que además impulsó a sus seguidores a hurgar en la obra poética del francés Antonin Artaud, cuya foto estaba en la tapa del disco.
Arte que generaba más arte. Música que despertaba curiosidad, ganas de saber, y hasta de escribir. ¿Cuántos artistas pueden lograr semejante influencia en el público…? Influencia que además, no daña. Spinetta no quiere que piensen como él, sino que invita a pensar.
Su siguiente formación, Invisible, con Héctor Lorenzo Barros (más conocido como “Pomo”, baterista histórico del rock nacional) y Carlos Alberto Rufino (“Machi”) fue una de las bandas más perfectas del rock argentino. Sus tres discos (“Invisible”, “Durazno sangrando” y “El jardín de los presentes”) son impecables, distintos en concepto pero parejos en calidad, de una belleza poética y musical difíciles de empardar.
Luego llegaría el viraje al jazz, que a partir de allí estaría omnipresente en su música. Banda Spinetta, Spinetta Jade, un disco producido por Guillermo Vilas y grabado con una orquesta a lo Sinatra en Estados Unidos… El Flaco era popular pero distinto, singular.
El gran Astor Piazzolla ya era una figura mundial, y se dió cuenta del talento de algunos rockeros argentinos. “Spinetta y Aznar me admiran, pero los otros me huyen”, le dijo el bandoneonista en Radio Rivadavia a Antonio Carrizo. Tanto fue así, que Piazzolla lo invitó a tocar al Flaco. Pero el Flaco no aceptó. “Tuve la necesidad de aclararle telefónicamente que realmente no me sentía como para estar al lado de él en un escenario, porque yo no sé escribir ni leer música. La sola idea de estar con él en un concierto me hubiera paralizado… Me lo perdí”.
Aquel encuentro musical hubiera sido impresionante. Como lo fue con Fito Páez para producir “La la la”, un hermoso disco doble. Pero la dupla Spinetta-García hubiera roto todos los records.
Ya habían insinuado sus coincidencias en el recital conjunto entre Spinetta Jade y Serú Girán, en 1980. Charly García y Luis Alberto Spinetta eran los líderes de los grupos musicales más importantes de la época.
Y en 1984 tuvieron la chance de concretar un disco juntos, pero no pudo ser: “trabajamos en dos canciones y apenas llegamos a grabar una sola. Fue terrible. El quiebre del proyecto con Charly me sirvió para salir desde otro lado, con algo distinto, relativamente airoso, y definitivamente con otro vigor”.
De aquella breve unión quedó “Rezo por vos”, que según dicen, fue creación de Spinetta. Charly agregó el riff inicial y corrigió algo la letra. La tocaron juntos en los recitales de las Bandas eternas y el concierto subacuático, ambos en Velez.
Imposible de obviar de este racconto otra obra que es inoxidable: “Kamikaze”, resultado de su lado acústico, y de una tanda de recitales que daba solo, con su guitarra.
Más tarde llegarían otras genialidades en forma de disco: “Privé”, “Peluson of milk”, “Spinetta y los Socios del Desierto”, “Silver Sorgo”, “Un mañana”, “Los Amigo” y otro disco póstumo con esa misma banda (con Daniel Ferrón y Rodolfo García), que está editando su hijo Dante.
“Mi viejo es inmortal, porque te sigue hablando a través de las canciones y te sigue enseñando”, afirma Dante, quien compuso para su papá el tema “Aguila amarilla”, grabado por Illia Kuriaky & The Walderramas.
En su recital de las Bandas Eternas, se consagró como el único músico que tocó con todas las formaciones que integró, durante cinco horas y media.
Su compromiso social lo impulsó desde ayudar a los vecinos de su barrio, Villa Urquiza, para recuperar el Teatro 25 de Mayo, ser una de las caras visibles de “Conduciendo a conciencia” (ong de los papás de los chicos que murieron en la tragedia de Santa Fe) y escribir un poema sobre las víctimas del atentado a la Amia (grabado en forma de canción por Gabo Ferro), entre tantas otras gestiones, reconocidas o desconocidas por el gran público.
El 23 de Enero es el Día del Músico en homenaje a Luis Alberto Spinetta. Así lo determina la ley 27.106, aprobada en 2015.
Desde que escuché por primera vez su música, al Flaco no lo considero un ídolo, sino algo mucho más profundo y cercano: un hermano mayor, que sabe aconsejar, guiar, inculcar valores como el amor, la solidaridad y la paz; y por supuesto, hacer reír, una de sus hermosas características cada vez que se subía a un escenario.
La muerte nos privó de él. Pero su música es eterna.
Claudio Serrentino
Fotos: Wikipedia, El Obturador